Fue durante la tarde del pasado sábado. Me encontraba atravesando por uno de esos momentos en los que no se tienen ganas de nada, por uno de esos momentos en los que no podemos evitar poner nuestra mente y nuestro espíritu en stand-by para, acto seguido, sucumbir a esa vida vegetativa en la que se desenvuelve el común de los mortales. Ni me apetecía leer, ni me apetecía abastecer la alacena de la que se surte este blog, ni me apetecía corregir exámenes. Nada de nada. Tuve que dedicar un rato a ahuyentar la tentación de escabullirme rumbo a alguna librería cercana, pero, la verdad sea dicha, en esta ocasión ni siquiera las sirenas de la bibliofilia cantaban lo suficientemente alto. Y así fue cómo terminé claudicando ante el siempre socorrido sofá y ante la siempre socorrida TV. ¡Que sea lo que Dios quiera!, debí de pensar en el momento en que accionaba el power del mando a distancia –variante moderna de las varitas mágicas que vemos en los tradicionales cuentos de hadas-, ese instrumento que, a la par que prende la lumbre del aparato, sofoca esa otra que arde en los pebeteros del Espíritu.
La entente cordiale conformada por los dedos índice y pulgar de mi mano derecha inician el consabido ritual: LIST, OK, GUIDE / LIST, OK, GUIDE / LIST, OK, GUIDE…, ¿no es así como suena el mantra correspondiente? Pura rutina. Hasta que… Sí, hasta que, tras un breve periplo por el piélago de canales -24h, La 2, La 1, Canal Sur 2…, todos, por cierto, con sus respectivas Circes dispuestas a convertirnos en puercos-, mis ojos abúlicos y errabundos dan con unas imágenes que al momento acaparan su atención. Así que presiono el OK/ENTER y me dispongo a fondear para explorar el terreno con más detenimiento. Estamos en el país de La Sexta 3, famoso, como todos sabemos, por el estrecho vínculo que emparenta a sus habitantes con el pueblo de los Lotófagos de la Odisea.[1] Y esto es lo que descubrí:
Dos hombres dialogan, según todos los indicios, sobre la educación del hijo de uno de ellos. El de mayor edad es el padre de la criatura y el otro su profesor. En la parte inferior-izquierda de la pantalla podemos ver el título de la cinta: THE EMPEROR´S CLUB. ¡Vaya!, exclamo para mí, El club del emperador, como El club de los poetas muertos…¡Esto puede resultar interesante! Así que me dispongo a prestar mientes al diálogo que tan educadamente mantienen los referidos señores:
-¿Querría decirme usted para qué sirven todas esas cosas que usted enseña? –pregunta el padre al socaire de su más que evidente abultada cuenta corriente-.
-Bueno..., pues verá usted. En los escritos de figuras como César o Cicerón podemos encontrar los fundamentos de las democracias modernas, especialmente los de la nuestra, que, como usted bien sabe, es la primera de todas ellas. Jefferson y los restantes padres fundadores bebieron directamente de las obras de estos insignes personajes. Mi aspiración es llegar a moldear a su hijo según…
-¡¿Cómo dice usted?!, -interrumpe el padre, evidentemente ofendido-. Usted no va a moldear a nadie. Usted se va a limitar a enseñar cosas a mi hijo. Soy yo quien lo va a moldear, no usted.
-Sí, señor –responde el profesor al tiempo que humilla la cerviz. Pero no sin que antes podamos advertir un destello de rebeldía en lo más profundo de sus pupilas –que para eso es el héroe salvador-.
Este breve intercambio de palabras me da esperanzas y me hace pensar que la peli puede resultar interesante. ¿Cómo no va a ser interesante una película en la que vemos, ya de entrada, a dos personas dialogando sobre la función que las sociedades modernas asignan a los docentes? ¿Cómo no va a ser interesante una película en la que se aborda el peliagudo asunto de la utilidad del conocmiento para los individuos? Educador como domador versus educador como libertador.
El magnífico campus de una magnífica –y privada- institución docente. Al parecer, un instituto de enseñanza secundaria. Este es el escenario. Los edificios se hallan situados en medio de una amplia pradera alfombrada de verde césped en la que no faltan los reglamentarios robles americanos responsables de poner coto con su sombra a los perniciosos efectos de la calor. Los chicos, despojados de las preceptivas chaquetas y con las camisas arremangadas, se divierten en un improvisado partido de béisbol, que para eso son jóvenes, que para eso están sanos y fuertes, que para eso viven bajo la cálida y eterna luz del sur de los USA. Todo esto, evidentemente, sin excesivos aspavientos y sin levantar la voz más de lo estrictamente necesario –al parecer, no son más de quince o veinte alumnos por clase (¡tome nota, señor Wert!)-. Y en medio de todos estos jovencitos de exultante vitalidad descubrimos, ya por fin, al protagonista de nuestra historia. Y…-¿?-. Bueno, la verdad es que no le va el papel. Nuestra primera impresión es que tiene un perfil que ni pintao para ser el protagonista de películas como Desmadre en la universidad, American pie o Esto no es otra estúpida película americana, por ejemplo, pero no para protagonizar una película que, al menos de entrada, promete ser seria. No, en efecto, no es el perfil que se espera en alguien que se halla en trance de iniciarse en esa vida contemplativa que es -¿es?- toda carrera universitaria –con su correspondiente vía purgativa, con su correspondiente vía iluminativa, con su correspondiente vía unitiva-. ¡Demasiado chato!, ¡demasiado romo!, ¡demasiado horizontal!,… Esperábamos un Greco consumido por el fuego del espíritu y nos encontramos con un carnal y pedestre Rubens. Pero…A fin de cuentas, todo esto es algo meramente tangencial y accidental. Resulta esperanzador comprobar que el deporte no es la razón de ser del asunto. No se trata aquí de la típica película en la que el típico jovencito recibe la típica beca para cursar los típicos estudios superiores en la típica universidad americana donde sólo parece existir una asignatura: el típico juego de pelota –baloncesto, fútbol americano, béisbol…-. Al menos, esto es lo que parece de momento.
El chico no parece muy motivado. Se ve que es uno de estos que se hallan perdidos en medio de un mar de dudas, a punto de tirarlo todo por la borda como consecuencia de que lo tienen todo. Es evidente que el problema es su padre. Es evidente también que éste aspira a convertirlo en un digno sucesor suyo y que, por ello, no le consiente que elija libremente la dirección por la que desea encaminar su vida. Y, en medio del padre y del hijo, el profesor, el humilde y justiciero profesor que ha de luchar contra la Escila y Caribdis, representadas por el papá y el director de la escuela, por un lado, y por el desvalido y frustrado churumbel, por otro. Nos asalta una extraña sensación de dejà vu. ¡Uy, uy, uy…! Va a ser que sí. Va a ser que sí que se trata de otra estúpida película americana. Corrijo: va a ser que se trata de la misma estúpida película americana de siempre. Porque quien ha visto una película made in jolivú las ha visto todas. ¿O no? Pero paciencia…
Los pupilos se hallan en clase y se disponen a hacer un examen. En un enorme fresco sobre uno de los testeros del aula vemos representado el momento en el que Sócrates, tras asumir su destino, se dispone a apurar el cáliz que contiene la mortífera cicuta. El profesor escribe sobre el encerado el enunciado de la cuestión que deberán desarrollar en sus cuadernos. Preparados…, listos…, ¡ya! Porque de esto es de lo que se trata: de una competición. En la secuencia siguiente se nos dice que nuestro héroe está un poco decepcionado porque sólo ha sacado un cinco sobre un máximo de diez. El profesor, en cambio, está muy satisfecho, pues sabe que el reto no ha hecho más que comenzar. Noches en vela, agotamiento, ansiedad…Nuestro héroe se ve en el brete de vencer las resistencias de la intransigente bibliotecaria, quien se niega a prestarle un libro alegando no se sabe qué razones. ¡Como si no tuviera bastante con su padre, que es la mismísima personificación de la intransigencia y del despotismo! Todo son dificultades. Pero, como la perseverancia siempre tiene su recompensa, los obstáculos van cayendo uno detrás de otro. Del cinco mondo y lirondo pasamos al notable y del notable al sobresaliente. ¡Bingo! Nuestro amiguete, gracias a su tesón, ha quedado entre los tres primeros de la clase, lo cual –nos enteramos después- representa un salvoconducto para poder participar en la gran prueba final: un duelo a tres en el que quedará vencedor aquél que más preguntas acierte, todas ellas relacionadas con la cultura de la Antigua Roma. Y, ¿cómo no?, nuestro gozo en un pozo. En sólo diez minutos de visionado de la película se nos han caído, del primero al último, todos y cada uno de los palos de nuestro sombrajo. Nuestras peores sospechas se confirman: esto sí es otra estúpida película americana. Es decir, una más entre las infinitas variantes del mismo guión, ese mismo guión que subyace en cintas como Karate Kid, Rocky –desde el primero al enésimo- y otros clones similares. Pero…, es necesario hacer un último esfuerzo. ¿Cómo nos vamos a perder el duelo final?
Los tres finalistas, ataviados con sus togas correspondientes y con paso solemne, van accediendo al estrado de una amplia sala de conferencias. Familiares y allegados ocupan los asientos destinados al público. Emoción…, suspense…Ese padre tiránico con esa cara de estreñido…, ese profesor modélico que parece haber apostado sus últimos cuartos a un número que todos tienen por improbable…, esas personas del público, estiradas y formales en apariencia, pero que piden sangre desde lo más profundo de sus corazones…Y da comienzo el juego de Saber y Ganar. Primera pregunta: “¿Con qué rey termina la época de la Monarquía?”...Tic…tac…, tic…. tac…, tic… tac…”Tarquinio el Soberbio” –responde uno de los chavales. Silencio premeditado…, intriga y suspense…”¡Correcto!”, responde por fin el profesor. Y así durante algún tiempo. Después de varias rondas, uno de los concursantes es eliminado. A partir de ahora es cosa de dos. Nueva ronda de preguntas, pero esta vez con un plus de dificultad. Al principio, todo va bien y los retos van siendo superados uno tras otro. Hasta que…llega la hora de la verdad. “¿Quién fue Fulanito de tal…?” La pregunta va dirigida a nuestro héroe. La expresión de su rostro transparenta el enorme esfuerzo que está haciendo por dar con la respuesta correcta. Vemos cómo coge aire y cómo se zambulle en las profundidades de su conciencia con el fin de sacar a la superficie la preciada perla de la respuesta. Vemos cómo zozobra, cómo vacila, cómo le falta el aire…Empieza a sudar…Se lleva la mano derecha al rostro y presiona sobre la frente como si con ello pretendiese facilitar el alumbramiento. No podemos evitar empatizar con su descomunal esfuerzo: “¡Ánimo, chaval, que tú puedes! ¡Aprieta, aprieta! ¡Expulsa la respuesta! ¡Aprieta, que ya se le ve la cabecita!” Quisiéramos incluso poder cogerle de la mano y acompasar nuestro ritmo respiratorio con el suyo: “¡uf, uf, uf!... Tienes que respirar hondo, sin perder el ritmo. ¡Ánimo, que ya es tuyo…!” Pero… “No lo sé” –responde finalmente el muy jodido. Decepción general: ¡Oh……..! Y el padre, evidentemente, se siente como el mismísimo Julio César cuando, al descubrir a su hijo Bruto entre sus asesinos, dice aquello de ¡¿Tu quoque, fili mihi?!
Después de quince o veinte minutos de visionado, la conclusión cae por su peso: efectivamente, sí que se trata de otra estúpida película americana. El chavalín no es un estudiante, es un…-¿exhibicionista?-, alguien que se entrena para poder participar el día de mañana en los concursos de la TV. El colegio no es un colegio, es una pista americana –nunca mejor dicho-, un pensatorio al estilo de los caricaturizados por Aristófanes, una expendeduría de títulos. Y el profesor…-¿?-. El profesor es un entrenador personal -¿un coatch?-, un adiestrador de loros.
Así que presiono el OFF del mando a distancia y, a pesar de que no me apetece como otras veces, busco un libro y me pongo a leer. Algo ligerito: La Odisea contada a los niños, de la Editorial Edebé. Puede estar bien como lectura obligatoria para los alumnos de Primer Ciclo de la ESO del próximo curso. El ejemplo de Odiseo, con su constancia y su tesón, puede servirles de gran ayuda para superar las dificultades que habrán de arrostrar en el viaje que acaban de emprender por las procelosas aguas de la vida.
*
A esto ha quedado reducido el conocimiento y la cultura, a una función circense, a un espectáculo de barraca de feria.
Nuevamente he de remitirme a mi Diccionario lúdico-filosófico:
INTERNET.- 1. Tela de araña digital y virtual que los Mercados tienen desplegada a lo largo y ancho del globo terráqueo con el fin de capturar e inmovilizar a los individuos que precisan para aplacar su insaciable y galopante apetito. Quienes quedan atrapados en esta red no son conscientes de que cuanto más se agitan y se mueven a través de ella, más enredados quedan. Pero lo más sorprendente del engendro es su capacidad para convencer a sus víctimas –conocidas en el argot como usuarios o internautas- de que, en contra de todas las apariencias, son más libres y autónomos que aquellos miembros de la población que, hasta la fecha, han logrado resistirse a sus cantos de sirena. 2. Red de alcantarillado de gran capacidad y de implantación planetaria que ha sido diseñada para acoger toda esa información fecal que, dado su carácter residual, no tiene cabida en los libros editados en el formato tradicional.
PC.- 1. Acrónimo de Puto Cacharro (de los cojones). La expresión comenzó a ganar adeptos tras comprobarse en multitud de ocasiones que la máquina no sólo no solucionaba los problemas que se le tenían encomendados sino que, además, creaba otros nuevos con los que no se había contado en un principio. 2. Chuchería electrógena profusamente glutamatizada que, habiendo sido pensada para adular las papilas gustativas del sentido de la vista, suele dejar el intelecto al borde de la inanición. El PC es al conocimiento lo que el atracón de chucherías y de bebidas gaseosas a la alimentación. 3. Terminal para la información. Efectivamente, este tipo de electrodoméstico sólo es apto para aquella información que se encuentra en un estado terminal, esto es, a punto de exhalar su último suspiro.
TELEVISOR.- 1. Camello electrodoméstico capaz de satisfacer todo tipo de toxicomanías. Su especialidad son las sustancias con mayor densidad de alcaloides, tales como: fútbol, culebrones, realities, teleseries, concursos y programas de gastronomía. 2. Sedante que el hombre contemporáneo debe consumir a diario en grandes cantidades para combatir el vértigo que padece desde que supo de la muerte de Dios. 3. Mini embajada de los USA en el corazón de todos y cada uno de los hogares del planeta Tierra. 4. Especie de ventana interior del hogar de la que se sirven los polstergeist -o fenómenos para anormales- para acceder hasta nosotros.
[1] Odiseo (`Nemo´ en latín, es decir, `Nadie´) es un símbolo del hombre que lucha por alcanzar una meta en la vida (Ítaca), es decir, una esencia. La idea implícita es que sólo quien consigue rellenar de contenido esencial la existencia huera con que todos nacemos puede ser digno de recibir un nombre. Los distintos escollos y personajes con los que ha de enfrentarse a lo largo del periplo son, igualmente, símbolos de las dificultades, obstáculos, miedos y tentaciones que solemos encontrarnos a lo largo de nuestro viaje vital. Calipso, Circe, Lotófagos, Cíclopes, Escila y Caribdis…, estos son las imágenes sensibles con que la imaginación viste todo lo que tiene capacidad para apartarnos de nuestra meta. Ha llovido mucho desde los tiempos de Homero, pero las cosas esenciales de la vida no cambian. Hemos dejado de creer en brujos, magos, ogros y gigantes, pero, tal como dicen de las meigas, haberlos hailos. Es más, no es preciso irlos a buscar a ningún bosque o isla tenebrosos, pues los tenemos en nuestra propia casa. Basta con encender la TV o con conectarse a Internet.
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