lunes, 19 de diciembre de 2011

APOLOGÍA DE EPICURO

Epicuro

El jardín de las delicias terrenales, de El Bosco


      Los Padres de la Iglesia de comienzos de nuestra era se vieron en la necesidad de defender su fe frente a la amenaza que para ésta suponía el pensamiento racional de los gentiles, un pensamiento que, por aquel entonces, había quedado fijado dentro de los moldes de cuatro escuelas de pensamiento: Platonismo, Aristotelismo, Estoicismo y Epicureísmo. Pero a estos Padres Apologetas pronto les ocurrió lo que, antes o después, siempre les ocurre a los aficionados a las briegas dialécticas: se dieron cuenta de que a los enemigos se los vence uniéndose a ellos y aprovechando sus fuerzas en propio beneficio. De esta manera, en cuestión de muy poco tiempo, el Cristianismo consiguió convertirse en la religión oficial del Imperio Romano y, cual bacteria de la salmonela en banquete de primera comunión, expandirse por todos los rincones del orbe.
   De la locura para los gentiles de Pablo y del credo quia absurdum –creo precisamente porque es absurdo- de Tertuliano, pues, pasaron al crede ut intelligas, intellige ut credas –cree para entender, entiende para creer- de San Agustín. Fueron lo suficientemente despabilados como para darse cuenta de que el pensamiento filosófico de los griegos ocultaba un enorme potencial del que podrían servirse para montar su particular tinglado doctrinal y dogmático y, sobre todo, para defenderlo de las eventuales razzias que pudiesen producirse en el futuro.   
   Ahora bien, de las cuatro escuelas de pensamiento arriba mencionadas, sólo las tres primeras recibieron el beneplácito de los enlutados dómines cabras. La última, el Epicureísmo o Hedonismo –de la que nosotros somos eméritos representantes-, fue dejada de lado desde un principio, para, poco después, ser estigmatizada con el correspondiente anatema. ¿Que por qué? Es posible que parte de la culpa la tuviese el Platonismo, siempre tan reacio a aceptar las palpitantes, sinuosas y cálidas criaturas del mundo sensible; es posible que algo tuviese que ver la ineptitud para el marketing publicitario de los integrantes de su feligresía –recuérdense aquellas palabras del poeta latino Horacio: soy uno de los lechones de la piara de Epicuro-. ¡Cualquiera sabe! El caso es que sobre la Escuela Epicúrea cayó desde un principio el referido estigma y que sus seguidores fueron condecorados con toda esa parafernalia de la que se suele abusar en la siempre entretenida y siempre apasionante tarea de descalificar al prójimo: degenerados, viciosos, libertinos, lujuriosos, sibaritas, obsesos, sodomitas, ateos, herejes, blasfemos, apóstatas, irreverentes, individualistas, liberales, librepensadores…
   Pero, ¿qué hay de cierto en el pliego de cargos esgrimido ante el tribunal de la Historia por los simpáticos aprendices de Inquisidores? Según nuestra modesta opinión, prácticamente nada. El juicio en su momento celebrado, y por el cual fueron condenados nuestros semejantes, fue un juicio sumarísimo que no contó con las más elementales garantías legales. Se hace preciso, por tanto, revisar el caso con el fin de hacer la justicia que entonces no se hizo.
   Nuestra defensa será breve. Nos limitaremos a ofrecer una relación de las ideas fundamentales de la doctrina y…¡que el lector juzgue por sí mismo!:

DECÁLOGO DEL CREDO EPICÚREO-HEDONISTA

  1. Deja de temer a la muerte. Cuando nosotros somos, la muerte no está presente; cuando la muerte está presente, nosotros ya no somos ni sentimos.
  2. Deja de temer a los dioses. Los dioses, suponiendo que existan, no se interesan para nada en los asuntos de los humanos.
  3. Aléjate de la política, de los asuntos públicos y de los negocios si quieres tener una vida tranquila y apacible.
  4. Deja de preocuparte por el Destino. Nuestro futuro no está escrito en las estrellas, depende en muy buena medida de nosotros.
  5. Vive apartado de la sociedad y rodeado de buenos amigos.
  6. Consagra tu vida a la búsqueda del Placer, pues en éste se cifra toda forma de felicidad.
  7. Debes preferir los placeres negativos –entendidos como ausencia de dolor- a los placeres positivos –entendidos como vivencias sumamente intensas-.
  8. Debes preferir los placeres intelectuales a los sensibles, pero reconociendo la dignidad de estos últimos.
  9. Debes preferir lo desagradable inmediato, pero que proporciona un placer a medio o largo plazo, a lo agradable inmediato que proporciona dolor y sufrimiento a medio o largo plazo.
  10. Debes buscar la imperturbabilidad del espíritu (ataraxia) y la tranquilidad del cuerpo (aponía).

   Así que…¡ya me dirán ustedes! ¿Viciosos, depravados, degenerados…? ¡No! Justo lo contrario: los prosélitos del epicureísmo hicieron gala de un sentido común –el menos común de todos los sentidos- que ya lo quisiéramos para nosotros mismos. Es más, en estos tiempos que corren, romos y obtusos como nunca antes los hubo, la doctrina epicúrea sólo puede ser vista como una muestra sublime de virtud, de civismo, de sensatez, de prudencia y, sobre todo, de sabiduría existencial y vital. Declararse partidario del epicureísmo no significa, al contrario de lo que muchos piensan, optar por esa elemental animalidad que nos sirve de montura en el camino de la vida, no. Si se tratara de esto, todas las descalificaciones arriba enumeradas estarían justificadas. Es más, se quedarían cortas. Optar por el epicureísmo significa, antes bien, comprometerse con un viaje de ida y vuelta, con un viaje de elevación y descenso que…

   El secreto para poder disfrutar de los placeres de la vida –y la comprensión se encuentra entre los más intensos y sublimes que podamos concebir- está en saber administrar la dosis adecuada. Lo dicho hasta aquí es más que suficiente por hoy. ¡Dejemos el resto de nuestra ambrosía eidética para futuras orgías!

miércoles, 14 de diciembre de 2011

PARTITOCRACIA Y CONSENSO POLÍTICO

   Sí. Está claro. Al menos un servidor cada día que pasa lo tiene más claro: tenemos lo que nos merecemos. Desde que se instauró la democracia en nuestro país, hace ya treinta y tres años, no hemos parado de alimentar el carcinoma que los partidos políticos representan para ésta y cualquiera otra democracia moderna. Lo que está por determinar es la cantidad y calidad de órganos afectados por la temible metástasis.
   En este tipo de asuntos, como en casi todos los verdaderamente relevantes, las novedades parecen brillar por su ausencia. Ya Platón nos advirtió, hace dos mil quinientos años, de que el destino natural de la democracia es su degeneración en tiranía. Y no se equivocó, puesto que en esto, precisamente en esto, han desembocado la inmensa mayoría de los regímenes democráticos modernos: en una tiranía de los partidos políticos o, valga el eufemismo, en una partitocracia. Lo que nació como institución vicaria destinada a gestionar la voluntad de los ciudadanos, dada la imposibilidad material de una democracia directa en la inmensa mayoría de los estados actuales, con el correr de los años ha experimentado una hipertrofia que lo ha llevado a darle la espalda a los ciudadanos a los que supuestamente representa y a poner por encima de todo los intereses de la propia institución. Y todo esto ocurre, evidentemente, porque no se nos ha educado como es debido para ejercer nuestros derechos y obligaciones democráticas. Hoy en día, a pesar de la EpC, los españoles seguimos sufriendo un acusado déficit formativo en lo que respecta a esta asignatura. Desde hace treinta y tantos años, se nos ha recordado machaconamente la necesidad de que acudiésemos  a votar cada vez que se convocaban elecciones, pero da la impresión de que el interés de los responsables políticos nunca ha pasado de aquí. Siempre ha interesado que pensemos que nuestra única obligación política se reduce a introducir un papelito en la urna cuando se nos dice que lo hagamos. Siempre ha interesado, sobre todo, que tras este sublime ejercicio de libertad nos desentendamos completamente del asunto y que volvamos dócilmente a desempeñar nuestros quehaceres cotidianos, que ya ellos, los políticos, se encargarán de gestionar nuestra voluntad de la mejor de las maneras posibles. Y aquí está la gran falla del sistema. Al político –sea del signo que sea- no se le puede quitar el ojo de encima. Dejar que los políticos gestionen el poder sin contar con mecanismos de control externos al propio sistema de la política es un acto de una irresponsabilidad comparable al que supondría el hecho de encomendar a un toxicómano la custodia del alijo incautado por las fuerzas de seguridad del estado. El poder que proporciona la política es como la heroína, basta con probarlo una sola vez para terminar convertido en un adicto de por vida. Que le pregunten a Putin, si no. Son muchos los que llevan toda su existencia aferrados a su escaño o al vulgar sillón de skay del ayuntamiento de su municipio; son muchos los que han hecho de la política una profesión; y son muchos, además, los que necesitarían someterse a un tratamiento de desintoxicación a base de metadona y otros sucedáneos para poder renunciar a la erótica del poder. Esto es algo que cualquiera que tenga más de treinta años puede comprobar. La única manera de que el político abandone gustosamente y sin excesivas pataletas su condición de tal es que la renuncia le aporte más ventajas que  inconvenientes.
   Hasta hace unos años era todavía frecuente que se apelase a la Razón de Estado a la hora de justificar ciertas prácticas contrarias al derecho pero, al mismo tiempo, consideradas como necesarias para salvaguardar los intereses de la mayoría. Pero las cosas de la política ya no parecen ser lo que eran. A tenor de la evolución general de nuestra reciente democracia, nos resulta completamente imposible no dudar de que el interés común siga constituyendo la piedra de toque con que discriminar lo realizable de lo no realizable en política. Todos los indicios apuntan en la misma dirección: la Razón de Estado ha sido desbancada de su lugar de preeminencia y ahora su puesto es ocupado por lo que podríamos denominar Razón de Partido.
   Tanto el partido del Ejecutivo como el que ejerce la oposición son conscientes de la imperiosa necesidad de llegar a un acuerdo en materia de educación, pero, según todos los indicios, lo realmente prioritario para ambos es combatir y debilitar al rival. Tienen asumido que negociar y pactar con el contrincante es una manera de claudicar y, por tanto, una manera de renunciar a una considerable porción de poder. Al enemigo, ni agua. Este es el lema que unos y otros entonan antes de irse a dormir y al levantarse por la mañana. Yo, mi, me, conmigo…, nosotros. Así declinan su credo. Y los demás, la mayoría formada por todos nosotros, mirando para otro lado, convencidos de que trabajan en pro de los intereses generales.
   Quien suscribe estas líneas es tremendamente pesimista en lo referente a la viabilidad del ansiado pacto por la educación. Lo único que surtiría efectos sobre la conciencia corporativista de la casta política –que sólo tiene ojos para el recuento de los votos- sería una “megamanifestación” organizada e integrada por ciudadanos de distintas ideologías políticas pero, al mismo tiempo, con una inquietud común: el futuro educativo de nuestros hijos.

lunes, 12 de diciembre de 2011

BUENISTAS Y MALISTAS ANTROPOLÓGICOS

   Desde hace un par de centurias viene siendo habitual el intento de explicar la evolución del pensamiento occidental como resultado de la confrontación de una serie de ideas antagónicas ejemplificadas o bien en escuelas de pensamiento, o bien en pensadores concretos. Es el caso, por poner unos pocos ejemplos, de la oposición entre Platón y los sofistas, entre racionalistas y empiristas o entre hobbesianos y rusonianos. El nombre del promotor de este tipo de lizas dialéctico-pugilísticas fue ese sujeto malencarado –perrito faldero del sistema, para más señas- de nombre Hegel. A pesar de que el método de oposiciones puede dar lugar con suma facilidad a explicaciones simplistas de los fenómenos sociales e históricos, no sería justo negarle su alto potencial explicativo. Pero no se me espanten, que aquí no pretendemos realizar una exposición de los vicios y de las virtudes de la metodología del filósofo teutón. Antes bien, lo único que nos interesa de todo lo anterior es una de las oposiciones mencionadas: la que se establece entre los postulados de Hobbes y aquellos otros de Rousseau. El primero, como sabemos, es el padre de ese famosísimo latinajo que establece una esencial vinculación entre el Homo Sapiens Sapiens y el siempre demonizado Canis LupusHomo homini lupus-; el segundo, por su parte, es famoso, además de por haber establecido los fundamentos del contrato social en que se sustentan los regímenes democráticos, por haber puesto en circulación una de las más grandes imbecilidades que se han podido oír y leer en la historia de las ideas: el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo corrompe. Así que, señoras y señores, ¡hagan sus apuestas!...Hobbes vs. Rousseau. Pesimismo antropológico contra optimismo antropológico. El combate cuenta con todos los ingredientes necesarios como para suscitar el interés del público mayoritario.
   Pero dejémonos de referencias eruditas y centrémonos en el aquí y ahora. ¿Acaso no han reparado en el detalle de que desde hace unos años viene siendo habitual que el debate dialéctico-ideológico entre el PP y el PSOE gravite en torno a los postulados de uno u otro de estos dos filósofos? Así, por ejemplo, las propuestas de Zapatero referentes al manido asunto de la alianza de civilizaciones fueron motivo para que desde las filas del PP se le tachase de iluso, de ingenuo  -ZP, alias Bambi- y, sobre todo, de incurrir en un buenismo antropológico no justificado. Todo esto habría de aparecer después resumido en la ecuación talante = buen rollito. Este tipo de críticas, por otra parte, nos da a entender que la imagen del hombre que los miembros del PP hacen suya es justo la contraria. Si el hombre es malo por naturaleza, en ningún momento podremos bajar la guardia. Lo que corresponde es montar un sistema de vigilancia lo suficientemente coercitivo como para que la mayoría de los ciudadanos se puedan sentir seguros y puedan, además, llevar adelante sus empresas económicas sin tener que sortear grandes obstáculos.
   Este tipo de disputas, como sabe cualquiera que esté medianamente familiarizado con las grandes disputas ideológicas habidas a lo largo de la historia, suelen terminar en tablas. ¿Hobbes o Rousseau? ¿Pesimismo u optimismo? Pues ni uno ni otro, ambos. Para empezar, lo primero que debería quedar claro es que ese hombre natural del que hablan ambos filósofos es un mero constructo teórico, es decir, algo que ni existe ni ha existido jamás. Que una determinada tribu del Amazonas jamás haya tenido contacto con nuestra civilización occidental no significa que los miembros que la integran sean salvajes, pues toda organización humana se sustenta sobre una serie de normas, usos y costumbres que, grosso modo, integran lo que comúnmente se denomina cultura. Defendemos lo natural, pero también afirmamos que esta naturalidad, si no está mediatizada por la cultura, en poco o nada se diferencia de la simple animalidad. Rousseau y Hobbes, por tanto.

jueves, 8 de diciembre de 2011

DICCIONARIO APÓCRIFO, LÚDICO Y FILOSÓFICO

   Aunque no lo parezca, esto es una llamada de socorro.
   He decidido avanzar un par de páginas del escrito que me traigo entre manos en estos momentos porque llevo unos días dudando de la viabilidad del proyecto. No sabría decir qué me pasa. El caso es que las ideas con que rellenar cuartillas, cuadernos y kilobites no me faltan. Antes bien, creo que me sobran. De hecho, no sé ni cuántos cuadernillos repletos de notas tengo por ahí arramblados en los estantes y cajones. Sin embargo…, cuando se trata de sentarse a escribir, cuando se trata de sentarse para ayuntar celestinescamente estas ideas las unas con las otras, noto como una cierta rigidez que…¡Los nexos! ¡Son los nexos!...Todas esa caterva de preposiciones, conjunciones, relativos y conectivas…¡Esos son los culpables! Siento como si se hubiesen vuelto remolones y fondones, como si hubiesen perdido esa cadencia pélvica suya por la que siempre se han caracterizado. Y, la verdad sea dicha, no sé qué hacer. Uno no está acostumbrado a ciertos gestos, como el de tener que forzar a las palabras a hacer lo que en verdad no quieren hacer. Es posible que la culpa sea de los neurotransmisores y de todos esos churretes responsables de lubricar la mielina a cuyo través se produce el placentero tráfago sináptico. Pero…, si realmente se trata de esto, ¿cómo evitar la disfunción? Dicen que las anfetas dan muy buenos resultados, a pesar de los efectos secundarios, pero es que uno es un pelín cobarde –o demasiado prudente- para optar por este tipo de experimentos; dicen que otras sustancias, estas legales, también suelen facilitan la cópula eidética, pero ¿cómo camelar al médico que ha de recetarlas?; y dicen que, en la mayoría de los casos, se trata de un problema de inseguridad y de falta de confianza. Así que…, la pelota está en vuestro tejado.
   Sé que los que me leéis sois cuatro gatos, que sois pocos, pero también sé que sois leales. Al menos de momento. Así que sentaos ante el teclado y…¡decidme algo, cohone! Que sea bueno o que sea malo es lo de menos, lo importante es que me digáis cuál es vuestra opinión acerca de estas líneas que os anticipo. ¡Por cierto! Se me olvidaba explicaros de qué va el referido escrito. Se trata, básicamente, de un diccionario poco o nada convencional. Tan poco convencional, que he decidido calificarlo de apócrifo ya de entrada. Quizás lo más parecido a lo que pretendo hacer sea El diccionario del diablo, de Ambroise Bierce, y el Diccionario de lugares comunes, de Flaubert. Precisión filosófica, humor y subjetivismo connotativo son los rasgos más o menos comunes a la mayoría de las voces que hasta el momento llevo definidas.
   Paso el dedo índice por el lomito ergonómico del mause, lo deslizo hacia la izquierda, presiono hasta hacer clic, marco un par de páginas en negrita para seleccionar, presiono el botón de la derecha, pincho en cortar, pego y…Esto es lo que sale:

*

FRANCIA.- Reserva creada con el fin de proteger y defender la Cultura europea autóctona de las amenazas que trae consigo esa culturilla invasora que, de manera oportunista, suele llegarnos a través de los conductos de desagüe de los mass-media. Francia –como reserva cultural- y los franceses –como proteccionistas a ultranza- representan el último bastión donde todavía hoy es posible disfrutar de las magníficas vistas que suele deparar la práctica de la theoría. El resto del mundo, en mayor o menor medida, es un auténtico erial donde sólo germinan las ideas transgénicas y adulteradas. El mundo, de hecho, se haya hoy día dividido en dos partes cuantitativa y cualitativamente descompensadas. Por una parte, el dominio anglosajón, al que le corresponde un noventa por ciento de lo cuantitativo y un diez de lo cualitativo; por otra, el dominio galo, con un noventa por ciento de lo cualitativo y un diez de lo cuantitativo. Las diferencias entre las cosmovisiones que hacen suyas ambas partes son igualmente abismales: mientras los franceses adulan el paladar con la bebida y la comida, los del dominio anglosajón se emborrachan y se ceban; mientras los franceses van a los colegios, liceos y universidades públicos, los anglosajones acuden a hogares para indigentes mentales; mientras los franceses disfrutan con el buen cine, con la ópera y con el teatro, los del septentrión se reúnen en el pub o en el Burger King de la esquina.
Ver las voces INGLÉS, GLOBALIZACIÓN, INTERNET.

FUNCIONARIADO.- 1. Versión profana y secular del mito judeo-cristiano sobre el paraíso terrenal. Si lo característico de éste último es que se disfruta de entrada, pero que te pueden expulsar en cualquier momento, lo característico del funcionariado es justo lo contrario: lo realmente problemático es el acceso. En efecto, una vez que el titular toma posesión de la plaza, no hay un dios capaz de conseguir que éste renuncie a su disfrute. Aquellos individuos que deciden opositar a alguna de las pocas plazas que todos los años salen a concurso saben que les espera una larga temporada de privaciones y de rigor ascético a la que, para colmo, han de sumar los muchos años dedicados a la instrucción y a la meditación en soledad. Saben también que las puertas a cuyo través se accede al jardín del edén del funcionariado están guardadas por una serie de ángeles con bolígrafo flameante, generalmente cinco, cuya función principal es plantear una serie de enigmas que ya los quisiera la terrible Esfinge para su repertorio. Pero saben, sobre todo, que no hay vida como la que les aguarda en el más allá de estas puertas y que, si la hay, sólo podrá ser calificada de tal en tanto licencia literaria. 2. Cuadratura del círculo de la civilización occidental. El funcionario consigue aquello que la mayoría de los individuos no pueden ni soñar: unificar principio del placer y principio de realidad, es decir, la erotización del trabajo. Ver la voz OPOSICIÓN.

FÚTBOL.- 1. Modalidad deportiva de naturaleza totalitaria y absolutista que, por no hallarse a gusto con su condición de modalidad, aspira a usurpar el lugar que sólo a su género corresponde. Es por ello que exige ser nombrada con el distinguido apelativo de deporte rey, que es lo mismo que decir primus inter pares, deporte entre los deportes o, haciendo uso del lenguaje teológico, deporte no hay más que yo, el único. El fútbol es para los restantes deportes lo que el dios monoteísta es para la muchedumbre de los dioses paganos. 2. Narcótico legal que puede ser administrado por vía visual, por vía auditiva, o por ambas simultáneamente, diseñado en los laboratorios más punteros de la Pérfida Albión con el fin de suplir las propiedades sedantes antaño encomendadas a la adormidera y a sus derivados, pero evitando efectos secundarios tan nocivos como los viajes astrales o la comunión mística con lo trascendente. 3. Sinecura excepcional del sistema diseñada por los políticos sobre el modelo de su propio quehacer con el fin de ofrecer una salida laboral a quienes no consiguen titular en la ESO. 4. Actividad favorita de muchos hombres debido a que les permite sobarse públicamente con otros hombres sin tener que soportar comentarios despectivos y de mal gusto. 5. Opio del pueblo. Los únicos misterios insondables que sobreviven en nuestro actual mundo secularizado son los del fútbol –el fútbol es así, para indicar que no hay que darle más vueltas al asunto-. Lo mismo podríamos decir de las antiguas discusiones bizantinas sobre el sexo de los ángeles y cuestiones similares –que si Messi, que si Cristiano…-. Ver la voz DEPORTE. 

G

GATILLAZO.- Forma de estraperlo consustancial al comercio sexual. Tanto en éste como en el ordinario, los episodios que se constatan son siempre mayores, con diferencia, que los oficialmente declarados.

GATO.- 1. Animal salvaje que, gracias a su inteligencia, ha aprendido a hacerse pasar por doméstico y a manipular al hombre para que éste se preocupe de proporcionarle refugio y sustento. 2. Animal al que todos los intelectuales veneran por su porte aristocrático y, sobre todo, porque, a diferencia de lo que ocurre con el perro, no consume tiempo -ese elemento tan valioso y necesario para el hombre de letras-.  Ver la voz PERRO.

GINECÓLOGO.- 1. Especialista en mística inversa. 2. Ocupación que no hemos de desear ni a nuestro peor enemigo. 

GLOBALIZACIÓN.- 1. Nombre que recibe el American Way of Life cuando deja de ser una simple influenza para convertirse en pandemia. 2. Tsunami gigantesco, cuyo origen está en una falla conocida como Neoliberalismo, que avanza imparable a lo largo y ancho del globo terráqueo nivelando y aligerando todo lo que encuentra a su paso. 3. Metástasis galopante del tumor neoliberal. 4. Acto de comunicación total cuya comprensión requiere tener en cuenta los siguientes elementos: mercados –emisor-; consumidores potenciales –receptor-; cine, televisión e Internet –canal-; lengua inglesa –código-; American Way of Life o forma de vida consumista –mensaje-;  aldea global –contexto-.

GÖDEL.- (Teorema de -). 1. Se trata de un teorema que nos informa de la imposibilidad de que un sistema formal axiomático pueda ser coherente y completo simultáneamente. Si es completo, será incoherente; si es coherente, no podrá ser completo. Dicho en román paladino: teta y sopa no caben en la boca. Como la manta que nos han dado para protegernos resulta demasiado pequeña, sólo podemos cubrirnos los pies si previamente hemos dejado al descubierto la parte superior del torso, y viceversa. 2. Versión formal de la Teoría de la Gran Objeción Ontológica, según la cual el polisíndeton de la existencia siempre ha de terminar con un gatillazo adversativo inevitable. 3. Prueba formal del carácter deficitario y chapucero de la labor creadora de la divinidad. Ver las voces PERO, TGO, INCERTIDUMBRE (Principio de -).