Esto es que, fiel a mi
horario de gallina, me siento para cenar a eso de las ocho de la
tarde. Esto es que mi estómago, como de costumbre, -como cualquier
otro estómago, supongo-, se niega a activar el proceso de la
digestión sin el correspondiente estímulo del rum-rum televisivo.
Esto es que prendo la lumbre del aparato y, aliñando los bocados con
la sal de las noticias, me dedico a pasar el rato. Y así estoy
durante apenas unos minutos. Así estoy, concretamente, hasta que me
da por leer los titulares de las noticias que, cual modelos por una
pasarela, van desfilando por la franja inferior de la pantalla. Es
entonces cuando mis ojos se topan con la noticia de la que queremos
dar cuenta aquí y ahora: “R. UNIDO LITERATURA: La lectura de
autores clásicos activa el cerebro, según un estudio”. Bueno,
¿y qué? –dirán ustedes-. ¿Qué tiene esto de especial? ¿Cómo
que y qué? –contesto yo-. ¿Acaso no se dan cuenta de la
metamorfosis que están experimentando las Universidades de todo el
mundo? ¿Acaso no han reparado en la calidad de las noticias con que
los medios de comunicación nos sorprenden desde hace algunos años?
Es evidente, creo yo, que lo trivial y lo obvio empiezan a ocupar un
espacio y un tiempo excesivo en todos estos medios.
Así quedó la cosa
justo hasta esta misma mañana, justo hasta el momento en que llego
al tajo, prendo la lumbre de ese otro artefacto llamado PC (Personal
Consultor) y, tras la preceptiva humillación de la cerviz, formulo
al oráculo que mora en su interior la correspondiente requisitoria.
Y su respuesta, gracias al potentísimo lubricante de la fibra
óptica, no se hace esperar: La Universidad de Liverpool acaba de
demostrar de manera científica que la lectura de los clásicos
estimula los procesos sinápticos y asociativos de una manera
considerable. El experimento realizado ha consistido en medir la
actividad cerebral de dos grupos de individuos en el momento de
habérselas con dos tipos de textos cualitativamente distintos, unos
sin adaptar y otros adaptados. El resultado obtenido demuestra que la
actividad cerebral de los integrantes del primer grupo es
sensiblemente superior a la que registran los integrantes del
segundo.
Se trata en este
asunto del enésimo caso de ese fenómeno tan contemporáneo al que
aquí, en este blog –última versión mejorada de los antiguos
detectores de mentiras y memeces- hemos aludido con el sintagma
DESCUBRIENDO MEDITERRÁNEOS, en alusión a quienes dedican su
tiempo libre a presentar como novedosos asuntos que para la mayoría
siempre han sido de dominio público. El procedimiento que suelen
seguir estos colones de lo cotidiano es bien sencillo:
tomamos la primera obviedad que se nos tercie, a continuación la
maquillamos con los cosméticos de un lenguaje críptico y
pseudocientífico y, finalmente, vehiculamos el producto resultante a
través de la red de alcantarillado de los mass-media más en boga
–TV e Internet, preferentemente-. Es así de fácil. Noticias
recién salidas del horno, jugosas y calentitas, al módico precio de
una fugaz mirada.
Pero… ¿Dónde
carajos está la noticia? Lo único novedoso en una noticia como ésta
parece ser el aval que proporciona la ciencia. El resto es vox
populi desde hace muchísimo tiempo. Ya sabemos que el vino es un
alimento saludable cuando se consume en cantidades moderadas, ya
sabemos que el whisky es un excelente vasodilatador, ya sabemos que
el aceite de oliva es la mejor grasa que se puede consumir, ya
sabemos que hay que comer poco y variado, ya sabemos que un polvito de vez en vez es mano de santo, ya sabemos que el uso indiscriminado de las
NNTT por parte de los jóvenes afecta negativamente al rendimiento
escolar…¿A cuento de qué, entonces, esta manía contemporánea de
llamar la atención sobre lo obvio? ¿No tienen las Universidades
asuntos más serios en los que ocuparse?
¡En fin...! Si, a raíz de esta noticia, alguien se decidiera a echarle un vistazo -largo y pausado- a autores como Dostoievski o Galdós, nos podríamos dar por satisfecho. Pero, por desgracia, lo más probable es que esto no pase de un mero episodio puntual y circunstancial destinado a servir de relleno.
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