domingo, 20 de enero de 2013

ALEGORÍA DE LA CAVERNA -Dos claves para comprender su actualidad y vigencia-





    Las líneas que siguen redundan en las mismas ideas que ya abordamos en la entrada titulada HOMO VIDENS. Se trata aquí, básicamente, de poner de manifiesto la plena vigencia en el mundo actual de la famosa alegoría de la caverna platónica.

I

ALEGORÍA DE LA CAVERNA EN CLAVE TECNOLÓGICA


    -Ahora represéntate el estado de la naturaleza humana, con relación a la ciencia y a la ignorancia, según el cuadro que te voy a trazar. Imagina un grupo de jóvenes estudiantes de la ESO y del Bachillerato que a lo largo de su larga etapa educativa no hubiesen conocido otro medio de formación que los actuales soportes tecnológicos. Ya sabes: TV, Internet, Videojuegos y toda la demás cacharrería electrógena.
    -Ya me lo imagino. Te refieres, sin duda, a los llamados nativos digitales.
    -¡En efecto! Aunque yo diría, más bien, nativos visuales. Pero…, espera, que aún no he terminado con mi alegoría. Figúratelos, además, como si estuviesen incapacitados para prestar atención a cualquier otro estímulo que no tenga su origen en una pantalla, como si tuviesen el cuello sujeto e inmovilizado por un pesado yugo que les obligase a mirar siempre hacia abajo, siempre hacia un mismo y único sitio.
    -¡Extraños prisioneros y cuadro singular!
    -Se parecen, sin embargo, a nuestros jóvenes de ahora punto por punto.
    -Sí, es cierto. Si lo pensamos con detenimiento, no es tan extraño este cuadro tuyo.
    -¿No es cierto también que para estos jóvenes no habrá más realidad que aquello que se les muestre en la forma de imágenes, colores y destellos? ¿No comulgarán todos con ese famoso lema sofístico que defiende que una imagen vale más que mil palabras?
    -Sin ninguna duda.
    -Mira ahora lo que naturalmente debe suceder a estos sujetos si se los libera del yugo y se los trata de curar de su error. ¿Qué crees que ocurrirá cuando se los prive de las hipnóticas pantallas? ¿No sucumbirán a una terrible crisis de ansiedad nerviosa al verse privados, tan de repente, de su habitual vínculo con la realidad? ¿No se sentirán desamparados, como si fuesen niños pequeños a los que se les acaba de negar la teta materna? ¿No buscarán con desesperación algún sucedáneo con que paliar su malestar?
    -Es lo más probable.
   -¿Y qué crees que pasará cuando el maestro les pida que lean una determinada obra, ya sea literaria, ya sea filosófica, ya sea científica? ¿Crees que serán capaces de seguir pacientemente el curso de las ideas y de captar la trabazón interna del discurso? ¿No echarán mano al momento de ese dispensario de conceptos premasticados y predigeridos que es Internet?...Pero no, no hace falta que respondas. Yo mismo puedo hacerlo por ti: acostumbrados como están, desde niños, a dejarse impresionar pasivamente por un flujo continuo de imágenes y de destellos, es inevitable que se cansen rápidamente y que muy pronto abandonen los estudios para, acto seguido, dedicarse a malvivir. ¡Y entonces el Sistema habrá vencido una vez más! Porque debe quedarte claro que eso es lo que persigue el Sistema político-económico actual: mano de obra barata, obediente y sumisa; operarios que sepan todo lo que se puede saber sobre el arte de apretar tornillos y que, en relación a todo lo demás, sean unos auténticos patanes.
    -¡Pobres maestros! Más de uno resultará agredido por alguno de estos jóvenes díscolos e ignorantes.
    -Sí, pobres maestros, pobres padres y, sobre todo, pobrecitos ellos mismos.





II

ALEGORÍA DE LA CAVERNA EN CLAVE ALIMENTARIA

    -Ahora represéntate el estado de la naturaleza humana, con relación a la ciencia y a la ignorancia, según el cuadro que te voy a trazar. Imagina un grupo de individuos que desde niños no han conocido otra forma de vida que la del nomadismo. Imagínatelos deambulando por los campos de un lugar a otro sin un lugar estable donde echar raíces e ignorantes por completo de las ventajas derivadas de la industria y de las artes.
    -Extraños personajes y extraña situación. Se supone que el nomadismo es una forma de vida ya superada desde hace mucho tiempo.
    -¡En efecto! Precisamente por eso, porque en nuestro tiempo ya no hay nómadas, te pido que hagas el esfuerzo de imaginarlos. Pero..., ¡en fin! ¡Déjame continuar! Imagina ahora cómo ha de ser la dieta de estos sujetos. Al desconocer las ventajas de la agricultura y de la ganadería, es preciso que su alimentación dependa íntegramente de lo que la Naturaleza buenamente les pueda ofrecer en cada época del año. Serán un pueblo de cazadores y recolectores. Y, siendo así, el fuego sólo lo utilizarán en momentos puntuales, de modo que los alimentos cocinados y elaborados sólo podrán catarlos de higos a brevas. ¿No crees?
    -Habría que tener el estómago de un rumiante para poder sobrevivir con una dieta similar.
    -Sí, claro. Ellos, en cambio, no habiendo conocido otras formas de vida distintas a la suya ni otras formas de preparar y consumir los alimentos, no echarán nada en falta y pensarán que sus costumbres son las mejores, como siempre ocurre. ¿Cierto?
    -Cierto.
  -Imagínate ahora que alguien procedente de un país lejano entra en conocimiento de este pueblo tan particular. Imagina que en este país la vida nómada es algo extinto desde hace muchísimo tiempo y que la industria y las artes florecen allí sin ningún tipo de interferencia. Imagina que la división del trabajo y la especialización funcional inherentes a toda forma de organización social estable ha propiciado el surgimiento de profesionales como agricultores, soldados, ganaderos, carpinteros, herreros, sastres, constructores..., es decir, todos los oficios destinados a cubrir las necesidades básicas y primarias. ¿Lo ves? Pero, como las necesidades del hombre no tienen límite, en esta sociedad no podrán faltar los profesionales responsables de satisfacer las apetencias sobrevenidas y superfluas. Habrá también afamados sastres, maquilladores, actores, decoradores, cocineros, pasteleros, gastrónomos, enólogos y críticos especialistas en la alta cocina...
    -La verdad es que no hay jungla más espesa que la sociedad humana. A veces tengo la impresión de que este mundo nuestro se parece demasiado a una inmensa tela de araña en la que nosotros, los ciudadanos de a pie, somos las moscas. Cuanto más nos movemos por esta tela pringosa, tanto más pringados, tanto más inmovilizados y tanto más esclavizados. ¡Asco de vida ésta, tú!
    -No te me vayas por los cerros de Úbeda de la divagación, que aquí el director del discurso soy yo. Como te iba diciendo… Mira ahora lo que naturalmente debe suceder a los individuos entregados a la vida nómada cuando este otro individuo trate de persuadirlos de que su dieta a base de harina de bellota es algo tosco y primitivo y de que existe una amplísima y variada gama de posibilidades en lo que respecta a la alimentación. ¿Qué crees que dirán cuando trate de explicarles el arte de la fermentación y posterior destilado de las uvas? ¿Crees que entenderán lo que se les explica? ¿Crees que, acostumbrados como están a la más absoluta inmediatez, tendrán la paciencia de aguardar varios años o décadas hasta que el producto esté en su punto de sazón?
    -Dirán que es demasiado tiempo y que no merece la pena esperar.
    -¡Efectivamente! Pues bien, similar a la de estos recolectores de otros tiempos es la actitud de quienes se confían ciegamente y de manera incondicional al testimonio de los sentidos. Los unos recolectan bellotas y huevos de pajarillos y los otros impresiones dispersas. Los unos renuncian a las exquisiteces del paladar y los otros a las delicias y a la embriaguez de la memoria, de la imaginación y del entendimiento. Porque has de saber, si acaso no lo sabes, que la embriaguez más poderosa es la que se obtiene después de haber apurado la ambrosía del saber y de la comprensión.

miércoles, 16 de enero de 2013

LOS CLÁSICOS Y EL BRAIN TRAINING



    Esto es que, fiel a mi horario de gallina, me siento para cenar a eso de las ocho de la tarde. Esto es que mi estómago, como de costumbre, -como cualquier otro estómago, supongo-, se niega a activar el proceso de la digestión sin el correspondiente estímulo del rum-rum televisivo. Esto es que prendo la lumbre del aparato y, aliñando los bocados con la sal de las noticias, me dedico a pasar el rato. Y así estoy durante apenas unos minutos. Así estoy, concretamente, hasta que me da por leer los titulares de las noticias que, cual modelos por una pasarela, van desfilando por la franja inferior de la pantalla. Es entonces cuando mis ojos se topan con la noticia de la que queremos dar cuenta aquí y ahora: “R. UNIDO LITERATURA: La lectura de autores clásicos activa el cerebro, según un estudio”. Bueno, ¿y qué? –dirán ustedes-. ¿Qué tiene esto de especial? ¿Cómo que y qué? –contesto yo-. ¿Acaso no se dan cuenta de la metamorfosis que están experimentando las Universidades de todo el mundo? ¿Acaso no han reparado en la calidad de las noticias con que los medios de comunicación nos sorprenden desde hace algunos años? Es evidente, creo yo, que lo trivial y lo obvio empiezan a ocupar un espacio y un tiempo excesivo en todos estos medios.
    Así quedó la cosa justo hasta esta misma mañana, justo hasta el momento en que llego al tajo, prendo la lumbre de ese otro artefacto llamado PC (Personal Consultor) y, tras la preceptiva humillación de la cerviz, formulo al oráculo que mora en su interior la correspondiente requisitoria. Y su respuesta, gracias al potentísimo lubricante de la fibra óptica, no se hace esperar: La Universidad de Liverpool acaba de demostrar de manera científica que la lectura de los clásicos estimula los procesos sinápticos y asociativos de una manera considerable. El experimento realizado ha consistido en medir la actividad cerebral de dos grupos de individuos en el momento de habérselas con dos tipos de textos cualitativamente distintos, unos sin adaptar y otros adaptados. El resultado obtenido demuestra que la actividad cerebral de los integrantes del primer grupo es sensiblemente superior a la que registran los integrantes del segundo.
    Se trata en este asunto del enésimo caso de ese fenómeno tan contemporáneo al que aquí, en este blog –última versión mejorada de los antiguos detectores de mentiras y memeces- hemos aludido con el sintagma DESCUBRIENDO MEDITERRÁNEOS, en alusión a quienes dedican su tiempo libre a presentar como novedosos asuntos que para la mayoría siempre han sido de dominio público. El procedimiento que suelen seguir estos colones de lo cotidiano es bien sencillo: tomamos la primera obviedad que se nos tercie, a continuación la maquillamos con los cosméticos de un lenguaje críptico y pseudocientífico y, finalmente, vehiculamos el producto resultante a través de la red de alcantarillado de los mass-media más en boga –TV e Internet, preferentemente-. Es así de fácil. Noticias recién salidas del horno, jugosas y calentitas, al módico precio de una fugaz mirada.
    Pero… ¿Dónde carajos está la noticia? Lo único novedoso en una noticia como ésta parece ser el aval que proporciona la ciencia. El resto es vox populi desde hace muchísimo tiempo. Ya sabemos que el vino es un alimento saludable cuando se consume en cantidades moderadas, ya sabemos que el whisky es un excelente vasodilatador, ya sabemos que el aceite de oliva es la mejor grasa que se puede consumir, ya sabemos que hay que comer poco y variado, ya sabemos que un polvito de vez en vez es mano de santo, ya sabemos que el uso indiscriminado de las NNTT por parte de los jóvenes afecta negativamente al rendimiento escolar…¿A cuento de qué, entonces, esta manía contemporánea de llamar la atención sobre lo obvio? ¿No tienen las Universidades asuntos más serios en los que ocuparse?
   ¡En fin...! Si, a raíz de esta noticia, alguien se decidiera a echarle un vistazo -largo y pausado- a autores como Dostoievski o Galdós, nos podríamos dar por satisfecho. Pero, por desgracia, lo más probable es que esto no pase de un mero episodio puntual y circunstancial destinado a servir de relleno. 

domingo, 13 de enero de 2013

HOMO VIDENS -Actualidad de la alegoría de la caverna-





    En la alegoría de la caverna y en el símil de la línea, Platón intentó ofrecernos un modelo sintético e intuitivo -es decir, sensible- de su particular cosmovisión, en su doble vertiente epistemológica y ontológica. Quiso que el lector fuese capaz de elevarse al nivel del concepto partiendo de las imágenes sensibles que proporcionan el mito y los procedimientos metafóricos. Todo ello para decirnos lo siguiente: el ver es condición necesaria para entender, pero no suficiente.
    A pesar de su extensión, no nos resistimos a reproducir aquí lo esencial del texto en que se expone la referida alegoría. Ha llovido mucho desde el siglo IV a. C. hasta el momento presente, pero lo dicho por Platón entonces continúa gozando de una actualidad plena. De hecho, tenemos la impresión de que la vigencia de sus palabras e ideas no sólo no disminuyen con el paso del tiempo, sino que aumenta. Al principio del Libro Séptimo de la La República, consciente quizás de que la anterior exposición sobre el símil de la línea continúa siendo excesivamente abstracta, desciende unos peldaños más en dirección a lo sensible para dibujarnos el siguiente cuadro:

-Ahora represéntate el estado de la naturaleza humana, con relación a la ciencia y a la ignorancia, según el cuadro que te voy a trazar. Imagina un antro subterráneo, que tenga en toda su longitud una abertura que dé libre paso a la luz, y en esta caverna hombres encadenados desde la infancia, de suerte que no puedan mudar de lugar ni volver la cabeza a causa de las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solamente ver los objetos que tienen enfrente. Detrás de ellos, a cierta distancia y a cierta altura, supóngase un fuego cuyo resplandor los alumbra, y un camino escarpado entre este fuego y los cautivos. Supón a lo largo de este camino un muro, semejante a los tabiques que los charlatanes ponen entre ellos y los espectadores, para ocultarles la combinación y los resortes secretos de las maravillas que hacen.
-Ya me represento todo eso.
-Figúrate personas que pasan a lo largo del muro llevando objetos de toda clase, figuras de hombres, de animales, de madera o de piedra, de suerte que todo esto aparezca sobre el muro. Entre los portadores de todas estas cosas, unos se detienen a conversar y otros pasan sin decir nada.
-¡Extraños prisioneros y cuadro singular!
-Se parecen, sin embargo, a nosotros punto por punto. Por lo pronto, ¿crees que puedan ver otra cosa de sí mismos y de los que están a su lado, que las sombras que van a producirse enfrente de ellos en el fondo de la caverna?
-No.
-¿Ni cómo habían de poder ver más, si desde su nacimiento están precisados a tener la cabeza inmóvil?
-Sin duda.
-Y respecto de los objetos que pasan detrás de ellos, ¿pueden ver otra cosa que las sombras de los mismos?
-No.
(…)
-En fin, no creerían que pudiera existir otra realidad que estas mismas sombras.
-Es cierto.
-Mira ahora lo que naturalmente debe suceder a estos hombres, si se les libra de las cadenas y se les cura de su error. Que se desligue a uno de estos cautivos, que se le fuerce de repente a levantarse, a volver la cabeza, a marchar y mirar del lado de la luz, hará todas estas cosas con un trabajo increíble; la luz le ofenderá a los ojos, y el alucinamiento que habrá de causarle le impedirá distinguir los objetos cuyas sombras veía antes. ¿Qué crees que respondería si se le dijese que hasta entonces sólo había visto fantasmas y que ahora tenía delante de su vista objetos más reales y más aproximados a la verdad? Si en seguida se le muestran las cosas a medida que se vayan presentando y a fuerza de preguntas se le obliga a decir lo que son, ¿no se le pondrá en el mayor conflicto y no estará él mismo persuadido de que lo que veía antes era más real que lo que ahora se le muestra?
-Así es.
(…)
-Y bien, mi querido Glaucón, ésta es precisamente la imagen de la condición humana. (…). 
 
    Lo que describe Platón no es la situación del hombre en el siglo IV a. de C., es la situación del hombre, de la mayoría de los hombres, desde que existimos como especie. Es, por tanto, también –y sobre todo- la situación del hombre actual, la situación de esclavitud y de sometimiento del hombre actual. Cámbiense los términos, sintagmas y oraciones marcados en negrita por sus equivalentes contemporáneos y se verá con mayor claridad lo que queremos decir: hombres uncidos desde la infancia a la TV y a todo tipo de pantallas, luces e imágenes que parpadean contínuamente y que nos deslumbran imposibilitándonos prestar atención a la verdadera luz del conocimiento, charlatanes de feria adiestrados por el Mercado que tratan de colocarnos sus productos a toda costa, esfuerzo estéril de los docentes por apartar la vista de sus pupilos de este mundo de alucinaciones…¡Actualidad plena, pues!
    Para Platón, por tanto, lo sensible en general, y lo visual en concreto, en la medida en que no es fuente de conocimiento, sino de engaño y de mera opinión –doxa-, es algo que debe ser superado y trascendido en dirección al concepto y a la idea, auténtico lugar del saber –episteme-. Ahora bien, esto no significa que lo sensible no juegue su papel en el arduo proceso del conocer. Dado que no somos espíritus puros, dado que nuestra alma es un alma encarnada, no queda más remedio que partir de la experiencia sensible si queremos ascender dialécticamente al nivel de los conceptos. Según Platón, es el contacto con lo sensible lo que hace saltar la chispa responsable de prender la mecha del proceso intelectivo. Así, por ejemplo, la contemplación y comparación de una serie de objetos bellos individualmente distintos debe servir de ocasión para que nuestra mente rescate del olvido la idea de BELLEZA –Teoría de la anamnesis-. Efectivamente, lo visual-sensible es responsable de prender la mecha, pero no de los fuegos de artificio del conocimiento. Es preciso que este fuego inicial arda sin interrupción durante el largo y complejo itinerario del conocer para que se produzca esa deflagración eidética e intelectiva a la que a nosotros nos gusta aludir con el sintagma orgasmo intelectual.
    Platón, en tanto que maestro, fue consciente como nadie de la importancia de partir de lo visual sensible en el proceso de enseñanza-aprendizaje, es decir, de eso a lo que ahora se alude con la expresión aprendizaje significativo. ¿Qué es la aludida alegoría de la caverna sino una pintura que transparenta los más abstractos conceptos? Pero Platón también fue consciente de la necesidad de elevar lo intuido sensiblemente, múltiple y disperso por naturaleza, al nivel de la unidad del concepto.

    Desplacémonos ahora hasta el siglo XVIII. En 1781 ve la luz la Crítica de la razón pura, la obra emblemática de Inmanuel Kant. Se trata de una obra que nace con la pretensión de zanjar, de una vez por todas, la controvertida disputa entre racionalistas y empiristas en lo referente a las condiciones de posibilidad del conocimiento y, de manera concreta, en lo referente a la posibilidad de la Metafísica como ciencia. Pero lo que nos interesa ahora mismo de este sesudo texto es la aportación de Kant en relación a la primera de estas cuestiones. Como sabemos, lo que hace el filósofo alemán es terciar en la disputa entre Racionalismo y Empirismo elaborando una síntesis entre ambos. El conocimiento científico –la episteme de Platón- sería el resultado de unir los datos que suministran los sentidos, tal como afirman los empiristas, con una serie de formas a priori que son innatas al propio sujeto, tal como afirman los racionalistas. Las formas a priori de la sensibilidad son el espacio y el tiempo; las del entendimiento, las famosas categorías –sustancia, causa…-. Las impresiones de los sentidos sin las categorías del entendimiento son ciegas y éstas sin aquéllas son vacías, nos dice Kant.
    En lo básico, la tesis kantiana en poco o nada se diferencia de lo afirmado por Platón. Los sentidos se limitan a suministrarnos una multiplicidad de impresiones dispersas que, de por sí, no representan ningún conocimiento. Para que el conocimiento se produzca es preciso que estas impresiones sean sometidas a un doble proceso de formalización y unificación. En primer lugar, han de ser sometidas a las formas a priori de la Sensibilidad para obtener ese primer producto que se conoce con el nombre de fenómeno. Pero, como resulta que el fenómeno tampoco es fuente de conocimiento por sí mismo, se precisa de un segundo paso consistente en someterlo a las formas a priori del Entendimiento o categorías. Sólo entonces, sólo después de elevar lo percibido al nivel del concepto, podremos decir que conocemos.
    Ambos filósofos, Platón y Kant, coinciden en lo básico. Las diferencias que podamos apreciar entre el uno y el otro son secundarias y de escasa relevancia. Y lo básico es que lo sensible –especialmente lo visual- no se basta a sí mismo desde el punto de vista cognoscitivo, es decir, que no es una fuente autónoma de conocimiento que pueda funcionar al margen de otras instancias superiores. Lo sensible es simplemente ocasión para el conocimiento, una razón necesaria, pero no suficiente.

*

    Durante la lectura de Homo Videns, de Giovanni Sartori, no hemos podido evitar una molesta sensación de dejà vu. No hemos podido evitar acordarnos de las teorías platónica y kantiana sobre el conocimiento que más arriba hemos expuesto de manera muy sintética. Y ello a pesar de que en el libro de Sartori, que nosotros recordemos, en ningún momento se hace referencia a las mismas. Poco o nada nuevo hay aquí que no esté, de alguna manera, también allí.
    El ensayo se inicia con una presentación sucinta de la tesis básica: el Homo Sapiens –o animal simbólico- se está convirtiendo en Homo Videns por influencia, principalmente, de la TV y, también últimamente, de Internet. Se trata de una transformación sumamente negativa porque implica un deterioro progresivo y gradual de esa capacidad de abstracción que desde siempre ha caracterizado a los seres humanos, al menos como posibilidad.
    El libro, según aclara el propio autor en el Apéndice, traza dos recorridos paralelos y complementarios. Uno, de carácter individual, va del video-niño al video-adulto; el otro, de carácter colectivo, va del ciudadano a la democracia. La complementariedad radicaría en lo siguiente: el empobrecimiento que para las nuevas generaciones acarrea la sobreexposición a lo visual genera un déficit de aptitud democrática en estos mismos individuos que aleja la posibilidad de cualquier forma de democracia real, directa y participativa.1 Un gobierno real de teleadictos supondría, de facto, un gobierno basado en la ignorancia. Esto último no lo dice Sartori, pero es una conclusión que cae por su propio peso. De nuevo Platón.
    Libros, periódicos, radio y teléfono no serían medios perjudiciales en la medida en que se basan en la palabra. El auténtico problema surge con la TV debido a que con ésta la palabra queda supeditada a la imagen. No comparte el autor la costumbre, difundida por los especialistas en información y comunicación, de utilizar el término lenguaje para aludir a los recursos del Cine, de la propia TV o de las Artes Figurativas en general, pues para él no hay más lenguaje que el lenguaje-palabra.
    Si hubiese complementariedad entre el ver y el entender, entre el hombre que ve y el hombre que lee, por ejemplo, sería perfecto, afirma el autor. Pero dicha complementariedad no existe. No hay integración, sino sustracción. El acto de ver está atrofiando la capacidad de entender.
    Uno de los síntomas que mejor revela el atrofiamiento de la capacidad para la abstracción es el lenguaje del que hacen uso los jóvenes -¿nativos visuales?-. En relación a este asunto el autor reproduce un texto de una tal Rafaela Simone que no tiene desperdicio. Dice así:

Nosotros hemos crecido en la convicción de que convenía ser articulados, estructurados, que el lenguaje tenía que ser rico, preciso, sagaz; que (…) distinguir era mejor que confundir (…) En fin, hemos crecido en la convicción de que una de las funciones principales del lenguaje es la de ayudarnos a ser articulados y precisos (…) Hoy día, en cambio, desde el universo de la precisión estamos regresando hacia el de la aproximación: el lenguaje de las últimas quintas de jóvenes (en este caso sin demasiada diferencia de clase) es genérico, incapaz de precisar (…) Todo está hecho de esto, aquello, tal, hacer, es decir, de intercalaciones que no capturan sino que aluden. Rechazan la construcción precisa, la focalización rigurosa: deja todo indefinido en un insípido caldo de significados (que además es probablemente el caldo cultural de la New Age). Y el problema es que estos vicios (…) no se pasan con la juventud, sino que se quedan pegados para siempre.

    Así pues, como resulta que la cultura audiovisual no es cultura, sino incultura, la solución pasa por la recuperación del libro, de la lectura y de la escritura. Además, las pantallas deben ser vetadas en las escuelas.

*
    El hecho de que compartamos con Sartori la mayoría de sus ideas no debe ser un obstáculo a la hora de ejercer el pensamiento crítico y libre.
    Compartimos plenamente su tesis básica: la generalización en el uso de la TV y de otros medios basados en la imagen está generando en los usuarios una hipertrofia de lo visual en detrimento de lo conceptual-intelectivo que los incapacita para un ejercicio pleno de sus facultades específicamente humanas y de sus obligaciones como ciudadanos. Una cultura que convierte lo visual en el medio y en el fin de su expresión, renunciando a dar el imprescindible paso ulterior en pos del concepto, no puede ser considerada Cultura en el sentido pleno del término.
    De acuerdo. Pero, para decir esto no son necesarias tantas páginas. El libro es, ciertamente, redundante y repetitivo. Es también, según hemos indicado más arriba, poco o nada explícito a la hora de citar sus presuntas fuentes. Es un tanto ingenuo en lo referente al papel de las NNTT de la información y comunicación. Y es, finalmente, excesivamente radical en su descalificación, sin paliativos, de lo visual.
    Nuestra crítica, no obstante la enumeración anterior, se va a centrar en el último de los defectos mencionados. Consiste este defecto, para ser más específicos, en el hecho de que el autor abre un hiato, al parecer infranqueable (una especie de chorismós platónico), entre lo visual-sensible y lo conceptual-inteligible. Dice que sería deseable que ambas dimensiones se pudiesen complementar de alguna manera, pero admite que esto no pasa de un simple ideal. Nosotros decimos que es cierto que el uso masivo que en la actualidad se hace de los medios visuales restringe grandemente la posibilidad de elevar la imagen al nivel del concepto y que también lo es que esta posibilidad ni siquiera figura entre los objetivos de la mayor parte de estos medios. Pero una cosa es el uso de facto de los medios, inspirado por criterios comerciales y crematísticos, y otra cosa es el innegable vínculo gnoseológico existente entre lo visual y lo intelectivo. No queremos decir que el autor niegue este vínculo. De hecho, no lo niega. Lo que sí que hace es minusvalorarlo. Es cierto que la comprensión y el entendimiento sólo se producen en el nivel de lo conceptual, pero también es cierto lo que afirma el adagio escolástico: Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu –Nada hay en el entendimiento que no haya estado antes en los sentidos”-. Es decir, la comprensión no es algo que nos venga directamente de arriba, como si de una gracia divina se tratara, es, más bien, el exquisito resultado de un lento y laborioso proceso de destilado que se inicia, precisamente, con una labor de recolección a cargo de los sentidos. La dirección que sigue el conocimiento en este lento proceso de elaboración, por tanto, va de abajo hacia arriba, y no al revés. Afirmar lo contrario nos arroja en brazos del Idealismo y, en última instancia, de la fe.
    Pero no se trata sólo de que el origen del conocimiento esté en los sentidos, especialmente en lo visual. Se trata, además, de que no hay comprensión sin el correspondiente modelo visual. Lo abstracto, por su carácter formal y descarnado, sólo se entiende si previamente es reducido a un modelo visual-sensible mediante el correspondiente recurso a la metáfora. Un magnífico ejemplo de esto lo tenemos en la alegoría de la caverna. Consiste ésta, en realidad, en el último recurso del que Sócrates puede echar mano en su empeño por explicar a Glaucón el significado de sus ideas. En vista de que las meras explicaciones conceptuales no han logrado el objetivo previsto, no queda otro recurso que proceder a reducir el concepto a la imagen sensible. Comienza Sócrates diciendo a su interlocutor que active su imaginación, es decir, que se forme la imagen del cuadro que a continuación le va a representar mediante las palabras. Le recuerda en reiteradas ocasiones que no ceje en el esfuerzo imaginativo mediante el uso del imperativo supón. Acabada la primera intervención del maestro, el discípulo responde: Ya me represento todo eso. El resto de la alegoría, en lo que a nosotros nos interesa, aparece repleto de alusiones a la facultad de ver, de representar y de imaginar. ¿Por qué Platón se ve necesitado de echar mano de mitos, metáforas, alegorías y símiles tan a menudo? ¿Es esto congruente con una concepción de la realidad netamente idealista? Alguien dirá que se trata, simplemente, de un recurso didáctico o pedagógico idóneo para quienes carecen de las habilidades de un filósofo consumado debido a que están iniciando su proceso de formación. Nosotros, en cambio, pensamos que no es éste el caso. Incluso el pensador más avezado ha de echar mano de los modelos visuales para poder representarse de alguna manera aquello hacia lo que las ideas lo conducen. Platón, en su vejez, debió de arrepentirse de haber quemado sus composiciones poéticas de juventud.
    Si no sabes decirlo, es que no lo sabes... Esto es cierto, pero incompleto. Se puede ser mucho más radical. Si no sabes dibujarlo, es que no lo sabes. Y ello es así porque los conceptos y las ideas, además de una verdad material, también poseen una verdad formal que depende de cómo se relacionan las unas con las otras. El dibujo del que hablamos es la representación sensible de la configuración que estas ideas adoptan dentro del sistema o teoría del que forman parte.
    En la historia del pensamiento ha habido magníficos dibujantes. ¿Dónde radica el poder de fascinación de pensadores como Nietzsche o Bergson? Nosotros lo tenemos muy claro: en su habilidad para manejar metáforas, símiles y alegorías; es decir, en su maestría para dibujar con palabras.


*

    Nuestro Diccionario apócrifo lúdico-filosófico se está convirtiendo en una especie de libro de consulta de carácter mágico, algo similar a la Biblia o al I Ching. Y es que, lo abramos por donde lo abramos, siempre encontramos alguna aclaración para nuestras inquietudes del momento. Veamos:

TELEVISOR.- 1. Camello electrodoméstico capaz de satisfacer todo tipo de toxicomanías. Su especialidad son las sustancias con mayor densidad de alcaloides, tales como: fútbol, culebrones, realities, teleseries, concursos y programas de gastronomía. 2. Sedante que el hombre contemporáneo debe consumir a diario en grandes cantidades para combatir el vértigo que padece desde que supo de la muerte de Dios. 3. Mini embajada de los USA en el corazón de todos y cada uno de los hogares del planeta Tierra. 4. Especie de ventana interior del hogar de la que se sirven los polstergeist -o fenómenos para anormales- para acceder hasta nosotros.

PC.- 1. Acrónimo de Puto Cacharro (de los cojones). La expresión comenzó a ganar adeptos tras comprobarse en multitud de ocasiones que la máquina no sólo no solucionaba los problemas que se le tenían encomendados sino que, además, creaba otros nuevos con los que no se había contado en un principio. 2. Chuchería electrógena profusamente glutamatizada que, habiendo sido pensada para adular las papilas gustativas del sentido de la vista, suele dejar el intelecto al borde de la inanición. El PC es al conocimiento lo que el atracón de chucherías y de bebidas gaseosas a la alimentación. 3. Terminal para la información. Efectivamente, este tipo de electrodoméstico sólo es apto para aquella información que se encuentra en un estado terminal, esto es, a punto de exhalar su último suspiro.

INTERNET.- 1. Tela de araña digital y virtual que los Mercados tienen desplegada a lo largo y ancho del globo terráqueo con el fin de capturar e inmovilizar a los individuos que precisan para aplacar su insaciable y galopante apetito. Quienes quedan atrapados en esta red no son conscientes de que cuanto más se agitan y se mueven a través de ella, más enredados quedan. Pero lo más sorprendente del engendro es su capacidad para convencer a sus víctimas –conocidas en el argot como usuarios o internautas- de que, en contra de todas las apariencias, son más libres y autónomos que aquellos miembros de la población que, hasta la fecha, han logrado resistirse a sus cantos de sirena. 2. Red de alcantarillado de gran capacidad y de implantación planetaria que ha sido diseñada para acoger toda esa información fecal que, dado su carácter residual, no tiene cabida en los libros impresos en el formato tradicional.
1 Jerry Mander, en la obra titulada Cuatro buenas razones para eliminar la televisión, viene a decir que una de las razones de más peso para prescindir de este medio es, precisamente, que favorece el surgimiento de regímenes autocráticos en la medida en que crea un pensamiento uniforme donde no queda resquicio para la crítica.